Para comenzar a meditar lo único que hace falta es aprender a detectar el presente y atenderlo correctamente, tanto en el mundo interno como en el externo.

Primero aprenderemos cuáles las nociones básicas del funcionamiento mental y, después, cuál es la actitud interna necesaria para observar el espacio entre pensamiento y pensamiento. Veréis que es muy fácil.

Con este curso obtendrás una experiencia clara que te sirva como referencia para saber si cuando meditas lo haces correctamente.

También es una oportunidad para adentrarse en el modelo filosófico y metafísico oriental de un modo cercano y ligero, planteando cualquier pregunta que te surja y disfrutando de la reflexión en grupo.

Vivir no debería requerirnos esfuerzo sino naturalidad, y ser feliz no debería ser nuestra meta sino el punto de partida.

Si aprendemos a responder ante las situaciones en oportunidad de lugar y tiempo evitaremos arrastrar los problemas de un lugar a otro desbordándonos por el estrés.

Tal como en nuestro armario tenemos ropa para el invierno y para el verano, nuestro día a día requiere de un conjunto de respuestas psicológicas muy diversas.

​

Una mente concentrada nos permite priorizar lo importante y desechar lo compulsivo. Es decir, nos ayuda a mantener el armario en orden para identificar qué prenda es la mejor en cada circunstancia.

La atención presencial desarrolla la habilidad de adaptarnos constantemente a lo que la vida nos trae. Por ello, vestirnos y desvestirnos con soltura facilita el irnos a dormir sin el traje de preocupaciones del trabajo o acudir a una cena de amigas sin la capa de super-mamá.

El hielo, la roca, el viento, el agua, etc., son maestr@s para quienes aprendemos a escuchar su lenguaje.

Todas las historias de alta montaña cuentan y aprecian lo mismo: la simplicidad y la concreción con la que nuestros propósitos de vida se reducen a lo más elemental.

La naturaleza tiende al equilibrio, no se excede ni pugna por ser más de lo que es. Por eso es el entorno por excelencia para tomar conciencia sobre nosotros mismos: nuestros patrones de pensamiento, el estrés, el miedo o la forma de relacionarnos con nuestro cuerpo.

Combinar un régimen de actividad física con la práctica de la presencialidad es una experiencia de la que todo el mundo puede beneficiarse: disfrutar de un paseo en bici por el río, de una vía ferrata en grupo o de una jornada de orientación en el bosque.

Aprender a gestionar nuestra mente para poder relajarnos y disfrutar de nuestro alrededor es una habilidad contemplativa capaz de ecualizar nuestros biorritmos y relaciones.

Ainhoa Simón es trabajadora social, técnico superior en actividades físico deportivas y guía de media montaña.

Desde pequeña, la montaña ha sido el medio en el que ha aprendido a encontrar autorregulación, equilibrio y claridad.

Ainhoa ha recorrido y conoce los principales GRs del norte, visita a menudo las paredes de escalada más emblemáticas de la península y participa en los equipos de guardia en refugios tanto del Pirineo navarro como del aragonés.

Su especialidad es la transmisión de valores y actitudes de inclusividad bajo el prisma del trabajo en equipo y la práctica deportiva.

Aprender a tomar decisiones es una asignatura necesaria de por vida, y debería enseñarse a todos los niños y niñas desde el primer día en que entran a clase.

Tomar aquellas decisiones que nos construyen y nos acercan a lo que realmente queremos ser se llama vocación.

Todos tenemos una, pero no todos la descubrimos y desarrollamos.

La adolescencia es un periodo crucial donde es fácil distraerse, confundirse y hacerse daño.

Quienes somos no siempre se corresponde con quienes queremos ser. Hay muchas maneras de salvar esta brecha, unas más inocentes y pasajeras y otras más perversas y destructivas.

La inadecuada gestión de las compañías, la necesidad de pertenecer a la tribu, el bullying, las ganas de llamar la atención y destacar, la rebeldía o los primeros amores pueden marcar sus actitudes y su futuro de forma irreversible.

Saber conocer los motivos por los que actuamos nos da la oportunidad de elegir si vamos a asumir o no la responsabilidad de sus consecuencias.

Conocer dónde y cómo mirar dentro de uno mismo para encontrar la propia vocación es la mejor educación que podemos dar a los jóvenes hoy en día.

La vida es un generador de experiencias de todo tipo, que nuestra mente reúne formando un collage psicológico.

Tomando retazos de aquí y de allá, poco a poco se va entretejiendo nuestra personalidad. El pegamento que mantiene a todos estos retazos de memoria unidos se llama identificación.

Si este proceso ocurre conscientemente, estas experiencias se amalgaman con nuestras habilidades innatas y nuestra vocación. Entonces la vida se percibe de manera natural, abiertamente, cuajada de oportunidades y rebosante de motivación. A este estado se le llama comúnmente "fluir".

Si por el contrario el proceso se da de forma más o menos inconsciente, el resultado es un forcejeo de hábitos conductuales y compulsiones psicológicas que poco a poco nos van secuestrando de nosotros mismos. La duda y la inseguridad se instauran, las experiencias dejan de ser un regalo y comienzan a cobrar un precio, y allá a donde miremos escucharemos partes de nosotros mismos expresando desconfianza, desagrado o discordia.

La concentración aporta la consistencia psicológica necesaria para poder responder ordenadamente ante cualquier situación.

Como base de la curiosidad, de la creatividad y de la espontaneidad, la atención sostenida en el presente actúa como un imán hacia el saber y el amor. Bajo esta modalidad de percepción, cualquier experiencia vivida produce comprensión y exalta la propia inteligencia.

Fomentar la concentración en las aulas mediante una pedagogía basada en la sorpresa, la reflexión, el humor, el asombro y la entrega, es la garantía para un aprendizaje significativo y para el éxito escolar y cotidiano.